Tomar decisiones en segundos, mantener la calma bajo presión y trabajar en equipo con precisión milimétrica. Podrían ser cualidades de una árbitra de baloncesto… o de una investigadora. En el caso de Laura Casa, responsable del laboratorio de I+D+i, son ambas cosas. Nuestra compañera, vinculada al arbitraje desde los 18 años, nos cuenta en esta entrevista cómo compagina su labor técnica con su faceta deportiva y qué valores le ha aportado cada una en su día a día. Además, repasamos su trayectoria profesional, su vocación por la seguridad alimentaria y cómo ha convertido cada reto en una oportunidad de crecimiento, tanto personal como profesional.

- Compaginas tu labor en el laboratorio con tu faceta como árbitra de baloncesto. ¿Qué habilidades dirías que te aporta cada uno de estos entornos? ¿Y qué aprendizajes te llevas?
En el mundo del arbitraje comencé con 18 años, por lo que todo lo que he ido aprendiendo lo he podido aplicar en mi día a día para desarrollarme y crecer tanto personal como profesionalmente.
Entre los distintos valores que me ha aportado el baloncesto, podría destacar la disciplina y la responsabilidad: el primero, porque se requiere compromiso y constancia, que se reflejan, por ejemplo, en tener una buena condición física y en conocer los cambios normativos en todo momento; y lo segundo, porque tienes que ser consciente de que continuamente se toman decisiones rápidas que afectarán al entorno que nos rodea de forma significativa, por lo que el margen a dudas o la debilidad a sentir presión generada por factores externos debe ser mínimo. Nace así otro de los valores que me ha aportado: el autocontrol, ya que afrontas situaciones complicadas y lo primordial es mantener la calma para poder apartar pensamientos negativos y que no influyan en tu toma de decisiones. Además, también me ha aportado la capacidad de ser justa e imparcial, ya que se debe tratar a las personas por igual independientemente del contexto.
Otro valor que podría destacar es la capacidad de trabajo en equipo. Aunque parezca que estás solo, en realidad estás constantemente coordinándote con otros compañeros para lograr un único objetivo: que todo salga bien. Y eso te lleva a tener una mayor capacidad comunicativa, ya que se debe hablar desde el respeto y la claridad.
Ser responsable de laboratorio es una experiencia de crecimiento constante que me ha permitido desarrollar de forma profesional los valores adquiridos en mi faceta como árbitra. Uno de los aspectos más valiosos que podría destacar es la capacidad de trabajar de forma sistemática y ordenada, ya que me ha permitido tener capacidad de planificación y organización, algo imprescindible para garantizar que los procesos que se ejecutan sean fiables. En este sentido, otro de los valores que ha aportado es el trato con personas y el respeto. Trabajar con compañeros de distintas ramas profesionales, escuchar sus necesidades, puntos de vista, así como poder ayudar a la resolución de conflictos o la consecución de objetivos, me ha enseñado a ser más empática, paciente y resolutiva.
Asimismo, he podido reforzar mi capacidad comunicativa y la capacidad de interpretación y aplicación de normativa. Además, me ha aportado también capacidad autocrítica porque tenemos que ser conscientes de que todos los equivocamos y hay que seguir adelante superando los errores y aprendiendo para que no vuelvan a ocurrir. Por último, me gustaría destacar la formalidad y el compromiso profesional, entendiendo que cada acción tiene un impacto, y que el rigor en la ejecución de actividades es clave para asegurar resultados confiables.
En conjunto, todos estos aprendizajes han fortalecido no solo mi desempeño como responsable de laboratorio, sino también mi desarrollo personal.
«En el último año hemos comenzado a dar pasos firmes en el área de I+D+i. Recientemente se ha aprobado un proyecto CDTI centrado en la Mejora de la vida útil de la carne fresca«

- ¿Qué te motivó a dedicarte profesionalmente a esta rama? ¿Nos puedes contar qué labores llevas a cabo en tu día a día?
Mi interés por la seguridad alimentaria comenzó durante la carrera de Nutrición Humana y Dietética, y fue creciendo con el tiempo y la experiencia. Al principio desconocía que existían asignaturas relacionadas con la seguridad alimentaria, creía que todo era relacionado con la nutrición, pero cuando comenzamos con asignaturas relacionadas con microbiología, calidad o tecnología alimentaria, entendí el papel fundamental que tiene la seguridad alimentaria en la salud pública, especialmente en sectores tan sensibles como el cárnico, donde el control sanitario, la trazabilidad y la innovación tecnológica son esenciales.
Desde siempre he sido una persona curiosa, inquieta y apasionada por entender el porqué de las cosas. De pequeña me encantaba hacer experimentos, hacer preguntas sin parar y observar cada detalle, y eso es algo que sigue caracterizándome. A eso se debe mi interés por el trabajo de laboratorio, el análisis y la mejora continua, lo que me ha llevado a sentirme plenamente identificada con el área de I+D+i y calidad en la industria alimentaria.
Actualmente soy la responsable de laboratorio e I+D+i, integrado dentro del departamento de calidad. Desde el laboratorio, llevamos a cabo funciones clave relacionadas con el análisis microbiológico y físico-químico de los productos, lo que nos permite obtener información crítica sobre su estado y sobre la eficacia de los diferentes procesos implicados en su elaboración.
Nuestra labor no se limita únicamente al análisis del producto final, sino que también incluye el estudio y la validación de etapas clave del proceso, como el diseño higiénico de equipos, la higienización de materiales auxiliares o la evaluación de riesgos, como la detección de cuerpos extraños y la eficacia del envasado de materia prima. Estas acciones son fundamentales para garantizar la seguridad alimentaria y la calidad de nuestros productos.
Paralelamente, en el último año hemos comenzado a dar pasos firmes en el área de I+D+i. Recientemente se ha aprobado un proyecto CDTI centrado en la ‘Mejora de la vida útil de la carne fresca’, cuyo objetivo es alargar la conservación en fresco hasta 6–8 semanas mediante la implementación de tecnologías innovadoras y el estudio detallado del diseño higiénico de los procesos.
Además, nos encontramos en fase de búsqueda activa de nuevas líneas de financiación para poder desarrollar nuestro segundo proyecto, enfocado en la valorización de subproductos cárnicos, así como en la generación de soluciones sostenibles dentro del proceso productivo. Desde el departamento, seguimos analizando las necesidades y oportunidades emergentes, con el objetivo de consolidar y hacer crecer nuestra línea de I+D+i como un pilar estratégico para la mejora continua y la diferenciación dentro del sector.
«El arbitraje y el ámbito profesional me han ayudado a fortalecer mi autocontrol, mi capacidad de escucha y a ganar confianza para expresarme de manera más equilibrada»
- ¿Y qué te llevó a iniciarte en el arbitraje deportivo? ¿Practicas otros deportes?
Como jugadora, siempre vi en la figura del árbitro un referente de saber estar, responsabilidad y autocontrol. Esa percepción, unida a mi pasión por el deporte, me llevó a plantearme seriamente dar el paso al otro lado, lo que entre nosotros llamamos el “lado oscuro”. En aquel momento, sentía desgaste como jugadora y necesitaba un cambio que me motivara. Me costó dar el paso porque había muchos comentarios “machistas” hacia la figura de la mujer en el arbitraje, hasta que decidí que no eran importantes para mí y tomé la decisión de comenzar. Comenzar como árbitro fue la forma perfecta de seguir vinculada a un deporte que significa mucho para mí, pero desde una perspectiva nueva. Gracias al arbitraje, he podido vivir experiencias y alcanzar niveles que, siendo solo jugadora de base, probablemente no habría conocido.
Además del baloncesto, me gusta jugar al pádel, salir a correr y entrenar en el gimnasio, estos últimos fundamentales para mejorar mi rendimiento. Durante muchos años también practiqué hípica, doma clásica, pero eso queda en el pasado. Aun así, sigo teniendo contacto con el mundo equino.
- ¿Cuál ha sido hasta ahora el mayor reto al que te has enfrentado profesional o personalmente?
El mayor reto al que me he enfrentado, y sigo enfrentándome cada día, es la forma de comunicarme con los demás. Siempre he sido una persona muy expresiva, algo que, aunque tiene aspectos positivos, a veces no lo son tanto, sobre todo en contextos donde se requiere mantener la calma, la neutralidad y una comunicación más pausada. Aprender a dirigirme a las personas con tranquilidad, claridad y seguridad ha sido un desafío constante, ya que incluso algo tan simple como hablar en público o dirigirme a un grupo me generaba nerviosismo. Y no porque no quisiera hacerlo o estuviera incómoda, sino porque no me gusta “fallar”, y tratar con otras personas supone estar expuesta a “fallar”. Aprender a hablar con tranquilidad, firmeza y claridad, sin importar que el resto pueda pensar diferente y sin que eso signifique fallar, ha sido un desafío para mí al que me sigo afrontando día a día.
El arbitraje y el ámbito profesional me han ayudado a fortalecer mi autocontrol, mi capacidad de escucha y a ganar confianza para expresarme de manera más equilibrada.
- ¿Cómo es el ambiente con los compañeros?
Existe un buen clima laboral, en el que la colaboración y el compañerismo son fundamentales. Nos ayudamos mutuamente, compartimos conocimientos y buscamos soluciones en equipo, lo que facilita mucho el día a día. Además, el hecho de ser un equipo relativamente joven aporta una dinámica más cercana y flexible, donde la comunicación fluye con naturalidad, aunque siempre desde el respeto y la profesionalidad. Esa cercanía no solo mejora el trabajo, sino que en muchos casos ha permitido que algunos compañeros se conviertan también en amigos fuera del entorno laboral, fortaleciendo aún más la confianza y el buen ambiente.